Este artículo lo quiero dedicar al miedo que todos tenemos a contagiarnos de este virus que nos tiene en jaque.
El miedo es un estado de alerta que nos hace actuar para protegernos y para ello nos provoca un estado físico de tensión. Hasta aquí tenemos una descripción básica de porque existe el miedo y para qué, pero sobre todo que sensación física nos provoca, y aquí está la cuestión clave.
Este estado físico y mental en el que nos sumerge, no es agradable y menos si se mantiene en el tiempo. Nuestra respuesta natural es hacer lo que sea para que esta respuesta desaparezca y acabe.
El COVID-19 es un enemigo invisible, incontrolable y da pie a que podamos usar nuestro pensamiento para manipular nuestra percepción de peligro. ¡¡¡Así que cuidado!!!
Si vemos al virus como excesivamente amenazante y que no se puede controlar en absoluto, esto nos va a paralizar y pasaremos a sufrir un estado angustioso, estresante. ¡Y esto no es real!
Si preferimos ver el virus como algo que realmente no es para tanto y no queremos pensar en ello, entraremos en un estado de evitación que nos pondrá vulnerables a él. ¡Y esto tampoco es real!
Pues debemos frivolizar al virus, hacer un análisis frío y objetivo. Es una amenaza, sí; y es de difícil control, sí. Pero la amenaza no es solo para ti y aislarse del todo, tampoco tiene un sentido real, somos animales sociales y nos necesitamos.
El día a día, la navidad, ir a trabajar,etc. Hay que hacerlo, está claro, pero hay que centrarse en la idea de libertad, y para eso tenemos una serie de conductas que nos permiten controlar al virus.
Controlemos la mascarilla, controlemos las manos, controlemos las conductas que nos dan libertad de movimiento y nos permiten ver a seres queridos. Y añado la ropa, aquello que llevamos puesto que no podemos saber lo que toca y nos hace de caparazón para el mundo exterior. Quítatela al llegar a casa lo primero o a casa de un amigo o familiar, chaquetas largas que cubran el máximo, luego las manos y la cara y… ¡listo! El caparazón que nos protege para movernos por la calle se queda en la puerta! ¡Cambio de mascarilla si es una visita y manos y cara con gel!
Resumiendo: El miedo en su justa medida, ni paralizante ni ahogante. Que nos haga tener cuidado pero que nos aísle del todo! Que nos permita ponernos “esta armadura” y nos permita sentir cierta libertad, pero con cabeza!
Armadura = Manos, mascarilla, distancia y ropa.
El miedo debe proteger y hacernos pensar para controlar la amenaza, pero nunca dejarnos indefensos ni paralizados, porque ¡tampoco es real!
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