Miedo al contagio

Miedo al contagio

Este artículo lo quiero dedicar al miedo que todos tenemos a contagiarnos de este virus que nos tiene en jaque.

El miedo es un estado de alerta que nos hace actuar para protegernos y para ello nos provoca un estado físico de tensión. Hasta aquí tenemos una descripción básica de porque existe el miedo y para qué, pero sobre todo que sensación física nos provoca, y aquí está la cuestión clave.

Este estado físico y mental en el que nos sumerge, no es agradable y menos si se mantiene en el tiempo. Nuestra respuesta natural es hacer lo que sea para que esta respuesta desaparezca y acabe.

El COVID-19 es un enemigo invisible, incontrolable y da pie a que podamos usar nuestro pensamiento para manipular nuestra percepción de peligro. ¡¡¡Así que cuidado!!!

¿Porqué cuidado? ¡La imaginación al poder! ¡Que no nos mienta!

¿Porqué cuidado? ¡La imaginación al poder! ¡Que no nos mienta!

Si vemos al virus como excesivamente amenazante y que no se puede controlar en absoluto, esto nos va a paralizar y pasaremos a sufrir un estado angustioso, estresante. ¡Y esto no es real!

Si preferimos ver el virus como algo que realmente no es para tanto y no queremos pensar en ello, entraremos en un estado de evitación que nos pondrá vulnerables a él. ¡Y esto tampoco es real!

Entonces... ¿Qué debemos pensar?

Pues debemos frivolizar al virus, hacer un análisis frío y objetivo. Es una amenaza, sí; y es de difícil control, sí. Pero la amenaza no es solo para ti y aislarse del todo, tampoco tiene un sentido real, somos animales sociales y nos necesitamos.

El día a día, la navidad, ir a trabajar,etc. Hay que hacerlo, está claro, pero hay que centrarse en la idea de libertad, y para eso tenemos una serie de conductas que nos permiten controlar al virus.

Controlemos la mascarilla, controlemos las manos, controlemos las conductas que nos dan libertad de movimiento y nos permiten ver a seres queridos. Y añado la ropa, aquello que llevamos puesto que no podemos saber lo que toca y nos hace de caparazón para el mundo exterior. Quítatela al llegar a casa lo primero o a casa de un amigo o familiar, chaquetas largas que cubran el máximo, luego las manos y la cara y… ¡listo! El caparazón que nos protege para movernos por la calle se queda en la puerta! ¡Cambio de mascarilla si es una visita y manos y cara con gel!

Resumiendo: El miedo en su justa medida, ni paralizante ni ahogante. Que nos haga tener cuidado pero que nos aísle del todo! Que nos permita ponernos “esta armadura” y nos permita sentir cierta libertad, pero con cabeza!

Armadura = Manos, mascarilla, distancia y ropa.

El miedo debe proteger y hacernos pensar para controlar la amenaza, pero nunca dejarnos indefensos ni paralizados, porque ¡tampoco es real!

VANESSA SALINAS MONJE